Recientemente, he descubierto gracias a un amigo una canción maravillosa, escalofriante -así lo apunta el título del post- cuya existencia desconocía. En ella una voz con un timbre único se desliza por las escalas musicales -como un caracol por el filo de una navaja de afeitar-, oscilando entre la paz y la tormenta, de una forma catártica. Mientras tanto, una guitarra baila a través del desgarro, de la tristeza y del dolor, punteando unos momentos mágicos, únicos, irrepetibles, elocuentes...
Un saludo.