miércoles, 29 de agosto de 2007

Entre el lirismo y lo prosaico


Esta noche, casi madrugada, volvía para casa y al levantar la vista me ha sorprendido una luna llena esplendorosa, una bala de plata que convierte a los lobos en humanos. O quizás fuera al revés. Un noche acompañada de la música de los aspersores, lluvia artificial sobre prados de cemento; del chirrido de los desafinados grillos; del lejano rumor de algunos vehículos. Una noche que, como decía la canción y desgarraba bellamente en versión castellana Aurora Beltrán (la primera dama española del club de las gargantas rotas), estaba hecha para el amor. Aunque también lo estaba para los corazones solitarios, siempre fundando nuevos clubes, para las almas en pena y para los turnos de noche.

Sin embargo, en mitad de este ensimismamiento nocturno, una voz me ha interrumpido desde las alturas, concretamente desde un segundo piso: un tipo enjuto que estaba echando un pitillo, buscando la (improbable) fresca del bochorno zaragozano, quería saber la hora. Unos metros después, una señora generosa en carnes, embutida dentro del típico "vestido de estar en casa", en este caso de un tono rosa palo, se comunicaba a su vez desde balcón con una vecina situada en el suyo: - "Miedo me da echarme esta noche. Peor que ayer hace...".

Son escenas estivales de un agosto atípico. Escenas en el que lo bello y lo cotidiano conviven, chocan. Son momentos en los que parece que la poesía cotidiana se va de paseo por la Calle del Gato y se mira en los mismo espejos en los que lo hacía Max Estrella...

Imagen de la luna de Ory.

domingo, 19 de agosto de 2007

Joel - Peter Witkin

Recientemente se dio en Zgz una exposición de fotografías de este autor. Con un muy escaso conocimiento de su obra, realmente habría visto un par de sus imágenes, accedí a la sala de exposiciones sin saber realmente lo que me esperaba...

J-P Witkin es un fotógrafo neoyorquino con un estilo peculiar, único. Como venía a decir el folleto informativo de la exposición, se trata de un autor que, aunque sólo lo hayas visto una vez, si transcurrido, vuelves a ver algo suyo, serás capaz de reconocerlo.

Sus fotografías son puñetazos en blanco y negro directos al hígado, astillas que se clavan en la retina. Son composiciones muchas veces siguen modelos clásicos, pero en su resolución no resulta para nada como tal. Hemos hablado de fotografías, pero realmente son algo más: lo que hace es captar escenas compuestas previamente por él, es decir primero la "esculpe" y después las toma, para por último trabajar sobre el negativo...
Y lo que hace tan peculiar y característico el trabajo de Witkin no es la recreación de obras clásicas, incluso del mundo bíblico, que acabamos de referir, sino los propios protagonistas de las composiciones y su interrelación entre ellos: hermafroditas, transexuales, enanos, gentes con deformaciones, obesos,..., y, en muchas ocasiones, también cadáveres humanos. Y, en la mayor parte de las veces, desnudos. Es decir, rompe múltiples tabúes, a veces varios a la vez, en un mundo en el que los medios siempre nos proponen un mundo joven y perfecto, vivo.
Sus "tableaux" acaban siendo demoledores, duros, fuertes, desagradables, terribles. Te acercan peligrosamente a un umbral que no te atreves a cruzar. Quizás sea tu mirada devuelta por el vacío...


"Lo que hago es resultado de donde me ha llevado la vida, mi voluntad, mi vida espiritual y mi ilusión, y acepto la responsabilidad de hacer imágenes que expresen aquello que me interesa. Mi trabajo sobre todo es investigar la vida tal y como yo la percibo, con mi visión personal, ¿y qué siginifica eso? Para mí significa, no siendo una persona religiosa, que lo que hago es una preparación para crecer en compasión, amor y honestidad. Y ocurre que lo que hago parece muy oscuro, y puede serlo. Cada uno tiene sus dones y habilidades para afrontar la vida y yo tengo una especie de don extraño, que consiste en tratar con cosas que son oscuras pero que tienen un significado importante."
"La muerte es una parte de la vida, es la gran puerta por la que todos nosotros entraremos algún día [se ríe] y creo que no debe ser evitada en ningún tipo de expresión o diálogo expresivo. Mis fotografías de restos humanos se han hecho con todos los permisos, con el conocimiento de que hay implicaciones médicas y morales, y nunca fotografiaré a nadie sin permiso, porque mi propósito es positivo, no oscuro, lo que hago se hace siempre de la forma más humilde, reverente y siguiendo fines elevados."
"Estamos viviendo en un tiempo muy escapista, estamos estresados y cada vez tenemos menos tiempo para pensar en cosas filosóficas, teóricas o incluso espirituales. Hay tantas cosas ahí fuera (TV, revistas...) que si intentamos aceptar todo lo que vemos a cada momento, nos queda poco tiempo de ser introspectivos y de compartir esa introspección. Creo que debe haber un espacio para las cosas importantes, hace falta una imaginería más densa y con significado más profundo. Yo hago este trabajo porque quiero compartir algo, no porque yo necesite expresar algo para terminar con mis problemas, necesito establecer una conexión entre la vida y lo que la representa en un ámbito mas elevado y profundo espiritualmente. Porque somos espirituales, somos materia y espíritu y quiero combinar esos dos factores de la vida."

Son sus propias palabras, palabras que hacen pensar en compromiso. Y como sugiere la autora del texto de donde las hemos extraído quizás haga que la imagen dura que sobre él podríamos tener se suavice al observar una intencionalidad alejada del morbo en su trabajo. Aunque también cabe la posibilidad de que no veamos justificables o justificadas sus composiciones. Pero claro eso es opinión de cada uno.


Textos de Joel - Peter Witkin extraídos de Babab Nº 20 - julio de 2003.

jueves, 2 de agosto de 2007

The Innocents - Jack Clayton

Un silueta, una sombra chinesca, se recorta sobre un fondo claro, mientras se lamenta, mientras llora, en un monólogo interior. Una canción infantil, tétrica, oscura, siniestra, acompaña la acción que termina con un suave travelling que acaba reencuadrando la imagen con el rostro de Deborah Kerr, visiblemente afectada, en un primer plano. Se trata del arranque de una magnífica historia. Una historia que empieza por el final.

Se trata, para quien no la haya visto, ni haya adivinado, de The Innocents (me niego a utilizar la traducción española), de Jack Clayton. Una gran película en el que junto a una enorme Kerr, y unos bien dirigidos niños (Martin Stepehens, quien interpreta al niño Miles, ya había salido en El Pueblo de los Malditos), sobresale un estupendo apartado técnico con guión de William Archibald, compositor, escritor y letrista vinculado a Broadway y autor también del guión de Yo Confieso, y de Truman Capote, sobre quien obviaremos comentarios; y una estupenda fotografía de Freddie Francis, quien además de una estupenda carrera como director de fotografía (El Hombre Elefante, La Mujer del Teniente Francés, El Cabo del Miedo, Dune o Una Historia Verdadera) tuvo una cierta importancia como director vinculado a la Hammer.

La película, salvajemente fusilada por un director español recientemente, es una adaptación de la gran novela de Henry James "Otra Vuelta de Tuerca". Narrada totalmente desde un punto de vista subjetivo, cuenta la historia de la llegada de una institutriz a una alejada mansión campestre donde tiene que encargarse de la educación de dos niños. El hecho de que toda la película sea narrada desde el punto de vista de esta institutriz, educada en bajo un represivo va a marcar totalmente el desarrollo e interpretación de todos los acontecimientos.

Hay momentos espléndidos, como la primera aparición/alucinación en lo alto de la torre: el calor asfixiante y agobiante, la estatua del pequeño sátiro, el insecto que sale de su boca y la silueta recortada en lo alto del palomar. También el juego del escondite y la extraña situación que se da cuando el niño parece que quiera estrangularla y, poco después, la nueva aparición de un ser que el personaje de Kerr define como de una belleza obscena.
El film está lleno de diferentes momentos en los que no podemos distinguir si lo que sucede es realmente así o es la figura de la institutriz quien filtra toda la información que nos llega. Es decir, llega un momento en las contradicciones se acumulan y nos van preparando hacia el desquiciado final en el que va a quedar todo abierto, todo en duda, sin poder llegar a saber en ningún momento si los niños (¿poseídos?) están jugando con la institutriz o si, por el contrario, es la represiva y perturbada mente de la propia institutriz la que proyecta sus demonios interiores (todo el mundo los tiene), la represión antes citada, su obsesión, su frustación y llega a la destrucción total de la inocencia de los niños. Clayton (y sus guionistas) a pesar de no cerrar en ningún momento la historia en una u otra dirección parecen decantarse por la segunda opción a partir del título elegido. Aunque siempre cabe la posibilidad, claro está, de que se trate de un irónico título para darle "otra vuelta de tuerca" a la historia...




Y junto a la elegancia de la cámara y a la fijación del punto de percepción de la película al personaje principal, hay que añadir la extraordinaria atmósfera que se va creando, una atmósfera que, al igual que la mente de la protagonista (en el caso de que optemos por esta explicación) se va enturbiando, obsesionando en un camino sin vuelta atrás, en una soberbia interpretación. Se crea una tensión, una inquietud, que acaba por llevarnos al clímax final en el que toda esta tensión acaba por estallar...