domingo, 27 de abril de 2008

Inland Empire - David Lynch

Tras una semanica ausente por motivos labores, y totalmente asilvestrado por el entorno natural en el que me he visto situado, he decidido aplicarme un tratamiento de choque extremo. Es por ello que haya acabado por ver una película que tenía pendiente desde hace tiempo y a la que le tenía muchas ganas (y que además me resulto imposible verla en el cine porque en una ciudad como Zgz, o Zeta que diría Manuel Vilas, únicamente la estrenaron en la Filmoteca, por lo que estuvo un par de días en "cartel").


Como comentamos en alguna ocasión, para ver una película de Lynch, salvo excepciones, hay que tener el momento adecuado. Esta circunstancia, que se aplica a otros películas o, incluso, a géneros (ver una de terror a las 12:00 a.m. con el sol entrando por la ventana suele hacer que se pierdan puntos), es otra de las causantes de que haya tardado un cierto tiempo en verla. Pero como decía hay que elegir el momento, especialmente en este caso porque son 3 horas de película y porque no se caracteriza, precisamente, por su ligereza.

Nada más empezar queda patente que no va a ser una camino sencillo. Lynch lanza un órdago, pone cara de póker y canta las 40. Y ahí el espectador tiene que elegir entre dejarse llevar por las imágenes, los sonidos, las luces y las sensaciones o, por el contrario, se trata de aferrar desesperadamente a la línea argumental. Es una apuesta radical de Lynch, un doble o nada en la que retoma elementos apuntados en Carretera Perdida y en Mulholland Drive y los extrema. Es por ello que la segunda opción resulta un suicidio. Para apreciar esta película tienes que deshacerte de los prejuicios, de los atavismos, y dejarte llevar por la marea visual y sonora que plantea Lynch.
Entrar a analizar o comentar el argumento resta puntos al carné de cordura que cada cual tenemos, nos desliza hacia el filo de nuestra navaja de afeitar (como el caracol de Kurtz), hace que nos asomemos a profundidades que, quizás sería mejor no contemplar. Yo al menos no me atrevo, mi osadía no es tal, pero para aquel que tenga una mente poderosa y sana puede en la propia página de Lynch, dentro de la sección Inland Empire, revisar el foro en el que se discute sobre sus posibles significados.

¿Y qué tal está la película?. Pues personalmente, y teniendo en cuenta que Lynch me "pone" bastante, me ha gustado, aunque quizás sin llegar al nivel de Carretera Perdida. De cualquier manera quien se atreva o quiera enfrentarse a ella, no se encontrará una película fácil. Lo que sí encontrará será una magnífica actuación de Laura Dern (aunque a mi nunca me ha convencido como actriz) y de un buen reparto (Jeremy Irons, Justin Theroux, Julia Ormond, Harry Dean Stanton, además de varios actores polacos). Encontrará una realización peculiar, asfixiante, con unos primeros planos que llenan la pantalla de una forma obsesiva, imágenes recargadas, picados, contrapicados y pequeños reencuadres de efecto perturbador. Encontrará obsesiones, proyecciones, flash-backs y flash-forwards, contemplados desde fuera por algún integrante de la acción. Putas, muertes (reales o simbólicas y, probablemente, freudianas), fragmentos y escenarios de una pseudo sit-com con extraños conejos antropomorfos (procedentes de una serie que hizo anteriormente), números musicales, un montaje a veces sincopado, situaciones surrealistas, tensión, sensaciones. David Lynch bucea en los sueños y en el subconsciente y nos lleva a mundos oníricos, que se tiñen progresivamente con la oscuridad de las pesadillas. También una bella banda sonora con una canción de la gran Nina Simone en unos extraños y peculiares créditos finales o con una bella melodía de Crysta Bell y el propio Lynch que me recuerda tanto a la mítica "Song to the Siren" de Tim Buckley como a alguna de las canciones de Badalamenti para "Twin Peaks".
Y, casi como si de un monográfico involuntario se tratase, encontrará igualmente la memoria y los recuerdos, verdaderos o falsos. La mezcla entre ficción y realidad, confundiendo la sucesión de los acontecimientos. A la vez que nosotros intentamos jugar con ese rompecabezas cuyas piezas nos va dosificando o, en ocasiones, descolocando, Lynch, el propio personaje de Laura Dern no recuerda el verdadero orden de su pasado. De repente es el futuro, pero en ese futuro acaba contemplando el pasado...


En definitiva, onírica, mágica, inquietante y surrealista, en la que no queda claro del todo que es lo real y que no lo es. Con detalles que recuerdan tanto a las películas mencionadas antes, como incluso a Twin Peaks, con personajes extraños y cortinas de terciopelo rojo... Aunque eso sí, hay que estar preparado para participar en la experiencia.

Nos leemos.

domingo, 20 de abril de 2008

8 1/2

Silencio. Un coche parado en mitad del atasco. Más coches alrededor. Autobuses. Gente en sus vehículos parados que miran hacia el primer coche. Miradas vacías, rictus insensibles. Se mantiene el silencio. Un gas en el primer coche. Un hombre que intenta salir y no puede. Una "Cabina" con cuatro ruedas. Por fin consigue salir. Echa a volar. Pero está atado del pie. Es un hombre cometa que acaba por ser arrastrado y lanzado al mar...

Este impactante inicio, esta pesadilla emparentada con la de Fresas Salvajes, abre una historia sobre la creación y la imposibilidad de crear. Sobre el bloqueo ante el "folio en blanco". Sobre un hombre que, más que vivir, huye hacia adelante. Y es que Marcello Mastroianni es un director de cine en crisis. Una crisis, que por momentos parece la de los 40, y que hace que no sea capaz de aclararse en la preparación y realización de su nueva película y que puede tener que ver con esa sensación de no saber que quiere realmente y que se aplica a todas sus experiencias vitales. Pero claro, supongo que tampoco ayuda la presencia de un teórico, de un filósofo, que lo martillea constantemente durante toda la película. O su amante, o su mujer, o su productor, o una actriz consagrada, o tanta gente que lo presiona de una manera u otra durante todo el film...
Bueno, casi todo, porque tiene una iluminación, una visión, casi un fantasma, de voz levemente rota y bella presencia encarnada (o ensoñada) por Claudia Cardinale.

Y junto a ello, digresiones, flash-backs, sueños. Escenas como el encuentro con el alucinado cardenal en unas no menos alucinatorias saunas, como las apariciones del extraño mago (que posteriormente se convertirá en un teórico y maestro del Islam en la vida real), el baile que posiblemente inspiró el que rodó Tarantino en Pulp Fiction, las extrañas escenas nocturnas en la recepción del hotel, la visita al departamento de maquillaje y vestuario, los recuerdos de la infancia...

Todo hace de 8 1/2 una obra poliédrica y onírica. Repleta de sensaciones contradictorias y gran poder de sugerencia y también de espectaculares mujeres. Amor, humor, incomprensión, sueño, realidad, alucinación. Puede que sea excesiva, que esté, en ese sentido descompensada, pero, para mi, es genial. Es, además, lo que se ve, pero también lo que deja intuir con esas espectacularmente bellas melodías de Nino Rota que acaban recopilados en un final que ha sido comparado, no por casualidad, con las fresas salvajes bergmanianas.

Creación, sugerencia, rememoración (el mundo del recuerdo de nuevo), onirismo, nostalgia, irrealidad. Una declaración de principios, que es también una exhibición del alma. Como he comentado, quizás hasta excesiva. Pero claro, Fellini no ha pasado a la historia por su contención...


viernes, 18 de abril de 2008

La Jetèe y la memoria.

Acabo, por no ser pesado, de hablar de La Jetèe con la recomendación de que uséis 30 minutos (ni eso) de vuestras vidas viendo esta historia sobre el recuerdo, el pasado, el amor, el futuro y, en el fondo y como si de una tragedia griega se tratase, del fatum romano, del destino. Y terminamos con una bella cita de este bello mediometraje. Al menos de momento...

"Nada diferencia los recuerdos de los momentos habituales.
Sólo más tarde se dan a conocer
cuando se muestran sus cicatrices.
Esa cara que había visto fue la única imagen
en tiempo de paz que sobrevivió a la guerra.
Se preguntaba si la había visto realmente...
o se había inventado ese tierno momento
para protegerse de la locura que se avecinaba"

Cuidénse y coméntenme. Un saludo.


Imagen obtenida de dvdbeaver. Texto traducido por Cirlot.

domingo, 13 de abril de 2008

La Jetée, revisitada.

Resulta curioso y casi paradójico, que una y otra vez vuelva a pensar sobre esta película. Obviamente, lo paradójico no es el hecho de reflexionar sobre una buena película, de hecho, sería lo deseable. Y sería necesario pensar, también, sobre el arte, sobre la imágen, sobre la música, sobre los sabores, sobre los sentimientos, sobre la vida. Paro porque me estoy yendo del tema. A lo que me refiero es que elementos como los buenos films deberían incitarnos a pensar y nosotros, el espectador, el receptor, deberíamos dejar de lado nuestro lado voyeur de la vida (the voyeur side of the life ;P) y aceptar ese guantazo que recibimos en la cara...
Decía que era paradójico porque se da la circunstancia de que una película que gira constantemente en torno a un recuerdo y a la búsqueda de ese recuerdo, acabe por ser un recuerdo en sí mismo y se repita cada cierto tiempo como en ese bucle infinito que era la propia "fotonovela". Es decir, la reflexión sobre un recuerdo y el poder de la mirada, acaba convirtiéndose en un recuerdo sobre el que reflexionar.

Y cada vez me interesa más. Y me sugiere más. Las ramificaciones van más allá del Terminator que mencionábamos o del remake 12 monos. Las veo también, o las quiero ver, en Wong Kar Wai, con la vuelta a personajes, a actores, a nombres, a lugares... Las veo en las nuevas versiones de películas antiguas. También en esas recreaciones casi enfermizas de películas ya rodadas: en el Gus Van Sant de Psicosis, en la revisualización íntima de Haneke y sus Funny Games.

Pero es que, al fin y al cabo, en la vida la imagen y el recuerdo van unidos a la mayoría de nosotros. Esa imagen que se te repite cada vez que cierras los ojos, que a veces incluso has descontextualizado, que ya ni sabes que significa. Porque todos tenemos imágenes en las que indagar. Y siempre hay un parpadeo mágico, que como una fotografía, la fija en nuestra memoria...

Un saludo.

domingo, 6 de abril de 2008

Chartlon Heston (1924 - 2008)


Puede que para mucha gente este actor de registro limitado, pero de poderosas facciones y presencia importante, muriera para el cine y para la vida en los años 70, cuando realizó sus últimas apariciones en un cine cambiante y, sobre todo, catastrófico. De hecho muchos prefieren ignorar su trayectoria profesional y, especialmente, vital.

Con todo, y a pesar de la ultraconservadora ideología que probablemente poseyera, no se puede ignorar que ha aparecido en grandes hitos del cine hollywoodiense. Y es que lo vimos en "55 días en Pekín", fue Judá Ben-Hur (en el remake en Technicolor), Moisés, el Major Dundee, un Señor de la Guerra, practicó la zoofilia (¿?) con simios y, también, ejerció de El Cid (y si no que se lo pregunten a Carmen Sevilla o a los de El Informal...) y combatió en Khartoum. Aunque yo me quedaré, sin duda, con ese agente Vargas que se encuentra desubicado en un turbio México que no llegó a comprender, junto a unos soberbios Welles y Dietrich.

* Imágen de Charlton Heston y Lizabeth Scott en Dark City (Ciudad en Sombras) de W. Dieterle.

sábado, 5 de abril de 2008

Yo también soy pastafari...

Recientemente han sido publicados los resultados de unas encuestas realizadas en los EEUU. Los datos, obtenidos y analizados por el Pew Research Center, han sido bastante claros. Y es que entre un 40 y un 50 % de la población estadounidense rechaza el evolucionismo. De hecho, no hay más que consultar el documento que han publicado recientemente para observar, por ejemplo, que del total de la población encuestada, sólo un 46 % tiene las cosas claras. Y de ese porcentaje, un 63 % tiene claro que fuimos creados (aunque no se comenta nada si fue a partir del barro, si fue de la nada o si también existió Lilith, además de Adán y Eva...).

Realmente, no sé como resultaría actualmente una encuesta así en España, aunque me temo que entre las chonis y sus "maromos" o esa variedad local zaragozana que son los cos y las cas, los resultados no resultaran tampoco excesivamente halagüeños.

Lo bueno de todo esto es que como yo también soy partidario de un creacionismo desaforado, supongo que tengo que estar contento. Aunque no soy ni politeísta, ni panteísta (aunque he estado cerca de serlo por interés, porque cuantos más dioses, supongo que mejor), y eso que Marduk, Ishtar, Minerva, Tanit, Afrodita, Juno Bifronte, Hades, Júpiter Óptimo Máximo, Shiva o Ganesha, por citar algunos de un palo, o el gran Cthulhu, R'Lyeh y los Primordiarles & Cia , por tirar por otro lado, siempre me han parecido interesantes y atractivos.

Y es que yo creo que fuimos tocados por Su Apéndice Tallaniresco. Porque sí, yo soy Pastafari. Y es que, como todos sabemos, la humanidad fue creada por el Flying Spaghetti Monster (el Monstruo Volador de Espagueti), nuestra deidad, a quien adoramos y veneramos y para ello hemos creado una Iglesia. Y es que Él continúa guiando la conducta de todo ser humano, lo quiera o no, crea en otra cosa o sea espagnóstico o espateo.


Convertíos, aún estáis a tiempo.