Esta noche, casi madrugada, volvía para casa y al levantar la vista me ha sorprendido una luna llena esplendorosa, una bala de plata que convierte a los lobos en humanos. O quizás fuera al revés. Un noche acompañada de la música de los aspersores, lluvia artificial sobre prados de cemento; del chirrido de los desafinados grillos; del lejano rumor de algunos vehículos. Una noche que, como decía la canción y desgarraba bellamente en versión castellana Aurora Beltrán (la primera dama española del club de las gargantas rotas), estaba hecha para el amor. Aunque también lo estaba para los corazones solitarios, siempre fundando nuevos clubes, para las almas en pena y para los turnos de noche.
Sin embargo, en mitad de este ensimismamiento nocturno, una voz me ha interrumpido desde las alturas, concretamente desde un segundo piso: un tipo enjuto que estaba echando un pitillo, buscando la (improbable) fresca del bochorno zaragozano, quería saber la hora. Unos metros después, una señora generosa en carnes, embutida dentro del típico "vestido de estar en casa", en este caso de un tono rosa palo, se comunicaba a su vez desde balcón con una vecina situada en el suyo: - "Miedo me da echarme esta noche. Peor que ayer hace...".
Son escenas estivales de un agosto atípico. Escenas en el que lo bello y lo cotidiano conviven, chocan. Son momentos en los que parece que la poesía cotidiana se va de paseo por la Calle del Gato y se mira en los mismo espejos en los que lo hacía Max Estrella...
Imagen de la luna de Ory.
4 comentarios:
Tus palabras evocan ese contraste tan significativo que mencionas, que este post podría haberse llamado explise. Muy buena reflexión. Saludos!
Qué preciosidad de texto, Hatt...
Gran entrada, Hatt. Casi una fotografía.
Tienes toda la razón: hay noches en las que lo que se oye parece que fuese un diálogo escrito por alguien...
Un saludo!
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