Dos tipos en un descapotable. Uno semiinconsciente, otro cazando murciélagos invisibles. Una larga carretera que atraviesa el desierto. Y un maletín repleto de éter, ácido, cocaína, cannabis,... Es el inicio de una road movie, de un viaje físico y mental en pos de lo que uno de ellos denomina "el sueño americano".
Basada en el homónimo relato de Hunter S. Thompson, la historia se centra en los primeros setenta, cuando el periodista encarnado por un alopécico y excesivo Johnny Depp (para hacerse una idea, haciendo de pirata estaría sobrio y mesurado) y su abogado, un Benicio del Toro muy pasado de kilos y con brotes psicóticos, se acercan a Las Vegas a cubrir un carrera de motos, en primer lugar, y una convención de policía antinarcóticos, en segundo. Sin embargo, bajo esta excusa argumental, surge una bacanal visual totalmente alucinada, algo a lo que también ayuda el tono totalmente excesivo, desmesurado de los (únicos) protagonistas de la historia, que se comportan rebosantes de la hybris griega.
Y Terry Gilliam, totalmente desatado, llena el film de extraños movimientos de cámara, encuadres forzados, travellings, grúas, picados y contrapicados. Elementos que contribuyen, aún más si cabe, a aumentar el extrañamiento de todas las situaciones, a alimentar los efectos especiales que reflejan los estados alucinados del personaje que interpreta Depp. Imágenes, a veces salvajes y sincopadas, otras suaves y cadenciosas, como el precioso travelling acuático en la inundada habitación del hotel.
Un espectáculo visual, demente y lisérgico, a veces violento, con una preciosa banda sonora de la época (maravillosos esos Jefferson Airplane durante el "mal viaje" de Del Toro con su White Rabbit de fondo) que supone en cierta medida una violación de ese "sueño americano" que rastrea durante sus múltiples viajes (mentales) el personaje principal. Una visualización de la agonía de la liberación espiritual de Timothy Leary, del movimiento hippie. Una crítica al mundo norteamericano que se extinguía y una crítica que, en cierta forma, también toca puntos actuales.
Sin embargo, y a pesar del espectáculo visual, del derroche imaginativo, que lleva hasta el límite (e incluso lo cruza) algunas situaciones y de apuntes interesantes, la película acaba pecando de falta de continuidad, las escenas se suceden con desigual interés y esas críticas que señalábamos antes acaban diluyéndose en esta orgía desvariada y lisérgica, haciendo de ella una película nada fácil, fallida y de interés discontinuo, irregular.
La película, a través del personaje de Depp, nos viene a decir algo que Kurtz ya adelantó tiempo atrás, el horror, el infierno, no son los otros. El infierno somos nosotros mismos.
Y Terry Gilliam, totalmente desatado, llena el film de extraños movimientos de cámara, encuadres forzados, travellings, grúas, picados y contrapicados. Elementos que contribuyen, aún más si cabe, a aumentar el extrañamiento de todas las situaciones, a alimentar los efectos especiales que reflejan los estados alucinados del personaje que interpreta Depp. Imágenes, a veces salvajes y sincopadas, otras suaves y cadenciosas, como el precioso travelling acuático en la inundada habitación del hotel.
Un espectáculo visual, demente y lisérgico, a veces violento, con una preciosa banda sonora de la época (maravillosos esos Jefferson Airplane durante el "mal viaje" de Del Toro con su White Rabbit de fondo) que supone en cierta medida una violación de ese "sueño americano" que rastrea durante sus múltiples viajes (mentales) el personaje principal. Una visualización de la agonía de la liberación espiritual de Timothy Leary, del movimiento hippie. Una crítica al mundo norteamericano que se extinguía y una crítica que, en cierta forma, también toca puntos actuales.
Sin embargo, y a pesar del espectáculo visual, del derroche imaginativo, que lleva hasta el límite (e incluso lo cruza) algunas situaciones y de apuntes interesantes, la película acaba pecando de falta de continuidad, las escenas se suceden con desigual interés y esas críticas que señalábamos antes acaban diluyéndose en esta orgía desvariada y lisérgica, haciendo de ella una película nada fácil, fallida y de interés discontinuo, irregular.
La película, a través del personaje de Depp, nos viene a decir algo que Kurtz ya adelantó tiempo atrás, el horror, el infierno, no son los otros. El infierno somos nosotros mismos.
10 comentarios:
Suelo ser un pelín receloso, compa Hatt, con ésas que se vienen a denominar "pelis de culto" -y ésta, sin duda alguna, lo es, y mucho, como todo el cine de Gilliam-, pero a ésta, que aún no ví, tendré que darle su correspondiente oportunidad, cómo no...
Un abrazo.
Yo me atreví a verla en mitad de un proceso gripal, con su consiguiente fiebre y dolores musculares, y tengo que decir que la peli por si sóla me pegó un viaje tal como si hubirea tomado algún tipo de alucinógeno. Gilliam trasmite perfectamente en la pantalla el estado físico-psicológico-psicotrópico de los protagonistas.
Aparte de las drogas clásicas, en la película figura una sustancia cuya psicoacitividad es más que dudosa. Se trata del adrenocromo, que presuntamente se obtendría de la glándula suprarrenal de una persona viva. Tanto Gilliam como Thompson confesaron que se trataba de una invención, pero la leyenda urbana sigue coleando.
Este film es un viaje sensorial el mismo calado lisérgico que "Asesinos natos": ambas pretenden transmitirnos sus alucinaciones a través del desparrame visual. Las dos me agotan de manera parecida. En concreto, "Miedo y asco en Las Vegas" da la impresión de ser una película de sketches, pecando, como bien dices, de falta de continuidad. Abandoné el interés por lo que me contaban durante un buen rato, hasta la llegada de Christina Ricci... Saludos.
Es una película mucho más sensorial que narrativa. Bueno, de hecho, es sólo sensorial, porque explicarte no te explica (casi) nada. Posiblemente el día en que el cine sea capaz de llegarnos por más de los dos sentidos habituales, incluso alterando la conciencia, empezaré a valorar este tipo de películas. De momento, me resulta una experiencia vacía, posiblemente por mi falta de ídem en el uso de alucinógenos tan potentes.
No he visto esa película, pero sabiendo quienes son los tres máximos responsables, ya me están entrando ganas de comprobar por mí mismo esas sensaciones que, de vez en cuando, una película "anormal", en el mejor sentido del palabro, puede ofrecer.
Saludos.
Estoy de acuerdo con todo lo que habéis señalado. Precisamente pensaba en sketches, como señalaba marc.Y por cierto, ya que hablas de Asesinos Natos, también ésta tiene una gran banda sonora con canciones que ilustran la situación.
También es cierto que peca un poco de larga, lo que es acentuado por esa falta de ritmo. Aunque en ocasiones la fuerza de las imágenes salva el conjunto.
Y en cuanto a la droga que comenta ddaa, que parece ser, con diferencia, la más fuerte de la película, no la mencioné, porque lo tomé como un punto más de desvarío. Desconocía que exista como leyenda urbana.
Un saludo a todos (y gracias por comentar, por supuesto).
Estupenda peli, por lo que de lisérgica tiene.
Los fallos son los que habéis comentado, falta de continuidad y tal, pero para mí lo compensa el humor absurdo y el reflejo de las experiencias psicotrópicas, muy buenas. No sé si hace falta haberse metido alguna que otra cosa para apreciarla, pero seguro que haberlo hecho no garantiza que te vaya a gustar.
Saluditos
En lo que a mi respecta, soy capaz de soportar la inconexión y la excesividad de esta peli... por un tiempo limitado.
Dos horas de duración son demasiadas para una película así. Creo que cortarle media hora le habría beneficiado muchísimo.
Adrenocromo, de fórmula química C9H9NO3, es un producto de la oxidación de la adrenalina. La semicarbazona de adrenocromo, también conocida como carbazocromo, es usada como fármaco para reducir el sangrado capilar. Aunque el adrenocromo puede clasificarse difícilmente como droga psicodélica, tiene propiedades psicoactivas e induce cambios en el comportamiento.
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