Según nos indica la Wikipedia, la población mundial actual (a fecha de 5 de diciembre de 2007) asciende, redondeando para arriba, a unos 6.641.000.000 habitantes. Y según una teoría frecuentemente oída y repetida, todo el mundo tiene un doble en el planeta. Una persona físicamente pareja que lleva su vida adelante ignorando que tiene su propio doppelgänger. De hecho, hay casos famosos en la literatura y, aunque más dudosos, también en la realidad.
Pues bien, al igual que Maupassant nos contaba en Él su encuentro con su doble, Poe nos habló de William Wilson, Percy B. Shelley decía haber conocido al suyo o, por aludir a alguien más cercano, Petisme nos contaba como su clon de NYC le envía una foto desde el ferry a Staten Island, Kieslowski hizo lo propio con Verónica.
O, mejor dicho, con Weronika y Véronique, una chica polaca y una francesa. Coincidentes en su don para el canto y en ciertos problemas de salud, ambas huérfanas de madre y con un padre semejante en ciertos aspectos, que incluso comparten, sin saberlo, un pequeña bola de goma trasparente con unas estrellas dentro. Sin embargo, su diferente actitud hacia la vida hará que sus historias se desarrollen de manera bien diferente.
Aunque no quiero entrar a contar toda la película, hay que señalar algunos momentos especialmente intensos. El primero es la escena en la que Weronika observa a Véronique en un autobus turístico en Cracovia. La imagen envolvente, los gestos, las miradas, acaban reinventando la suspensión del tiempo, ya que todo acaba sucediendo en tiempo real. Otro bellísimo momento atañe a la metafórica representación de unas marionetas...
Pero no son los únicos: el juego de pistas e investigación que sigue Véronique, y que sería clarísimamente inspirador de la "sobrehinchada" Amélie; la consciencia inconsciente (luego comprobada) de la existencia del "otro"; el simbolismo de las dos Verónicas realizadas por el titiritero...; a lo que hay que sumar la elegancia y la belleza de la realización y fotografía y la soberbia banda sonora que acompaña a la gran actuación de Irène Jacob durante gran parte de film. Un Irène Jacob bellísima y con unos ojos que hacen que las frases resulten accesorias, inservibles y casi insultantes.
Todo ello acaba haciendo de la película una maravillosa reflexión sobre la existencia del doble que todos tenemos, con lecturas a diversos niveles, llena de simbolismos, matices, metáforas, maravillosamente interpretada y envuelta en una bella factura.
Pues bien, al igual que Maupassant nos contaba en Él su encuentro con su doble, Poe nos habló de William Wilson, Percy B. Shelley decía haber conocido al suyo o, por aludir a alguien más cercano, Petisme nos contaba como su clon de NYC le envía una foto desde el ferry a Staten Island, Kieslowski hizo lo propio con Verónica.
O, mejor dicho, con Weronika y Véronique, una chica polaca y una francesa. Coincidentes en su don para el canto y en ciertos problemas de salud, ambas huérfanas de madre y con un padre semejante en ciertos aspectos, que incluso comparten, sin saberlo, un pequeña bola de goma trasparente con unas estrellas dentro. Sin embargo, su diferente actitud hacia la vida hará que sus historias se desarrollen de manera bien diferente.
Aunque no quiero entrar a contar toda la película, hay que señalar algunos momentos especialmente intensos. El primero es la escena en la que Weronika observa a Véronique en un autobus turístico en Cracovia. La imagen envolvente, los gestos, las miradas, acaban reinventando la suspensión del tiempo, ya que todo acaba sucediendo en tiempo real. Otro bellísimo momento atañe a la metafórica representación de unas marionetas...
Pero no son los únicos: el juego de pistas e investigación que sigue Véronique, y que sería clarísimamente inspirador de la "sobrehinchada" Amélie; la consciencia inconsciente (luego comprobada) de la existencia del "otro"; el simbolismo de las dos Verónicas realizadas por el titiritero...; a lo que hay que sumar la elegancia y la belleza de la realización y fotografía y la soberbia banda sonora que acompaña a la gran actuación de Irène Jacob durante gran parte de film. Un Irène Jacob bellísima y con unos ojos que hacen que las frases resulten accesorias, inservibles y casi insultantes.
Todo ello acaba haciendo de la película una maravillosa reflexión sobre la existencia del doble que todos tenemos, con lecturas a diversos niveles, llena de simbolismos, matices, metáforas, maravillosamente interpretada y envuelta en una bella factura.
4 comentarios:
Ví esta peli, compa Hatt, hace muchísimos años; tantos, que, a fecha de hoy, no tengo recuerdo de detalle alguno sobre el argumento ni el desarrollo de la misma (ni siquiera con el "refresco" de tu texto he conseguido rememorarlos), así que habrá que tirar de la vieja cinta en VHS y ponerse a la tarea (porque, eso sí, recuerdo que me gustó, y bastante...).
Un abrazo.
Tal como vivimos nuestra individualidad en pleno siglo XXI ¿Qué pensais de tener un doble? ¿Elegirá él mejor que nosotros las cuestiones clave? Ese es el tema principal: somo lo que hacemos. Lo de las marionetas (si es que pretende el director dejarnos sin libre albedrío), no lo comparto.
Un saludo colega!
http://arqueoguti.blogspot.com
Tomo prestado el vídeo que enlazas para ilustrar un poco una nueva entrada en mi blog (ladridos.wordpress.com)
Magnífica película La doble vida de Verónica. Da tanto que pensar...
Un saludo.
Takk fyrir ahugaverdar upplysingar
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