domingo, 13 de abril de 2008

La Jetée, revisitada.

Resulta curioso y casi paradójico, que una y otra vez vuelva a pensar sobre esta película. Obviamente, lo paradójico no es el hecho de reflexionar sobre una buena película, de hecho, sería lo deseable. Y sería necesario pensar, también, sobre el arte, sobre la imágen, sobre la música, sobre los sabores, sobre los sentimientos, sobre la vida. Paro porque me estoy yendo del tema. A lo que me refiero es que elementos como los buenos films deberían incitarnos a pensar y nosotros, el espectador, el receptor, deberíamos dejar de lado nuestro lado voyeur de la vida (the voyeur side of the life ;P) y aceptar ese guantazo que recibimos en la cara...
Decía que era paradójico porque se da la circunstancia de que una película que gira constantemente en torno a un recuerdo y a la búsqueda de ese recuerdo, acabe por ser un recuerdo en sí mismo y se repita cada cierto tiempo como en ese bucle infinito que era la propia "fotonovela". Es decir, la reflexión sobre un recuerdo y el poder de la mirada, acaba convirtiéndose en un recuerdo sobre el que reflexionar.

Y cada vez me interesa más. Y me sugiere más. Las ramificaciones van más allá del Terminator que mencionábamos o del remake 12 monos. Las veo también, o las quiero ver, en Wong Kar Wai, con la vuelta a personajes, a actores, a nombres, a lugares... Las veo en las nuevas versiones de películas antiguas. También en esas recreaciones casi enfermizas de películas ya rodadas: en el Gus Van Sant de Psicosis, en la revisualización íntima de Haneke y sus Funny Games.

Pero es que, al fin y al cabo, en la vida la imagen y el recuerdo van unidos a la mayoría de nosotros. Esa imagen que se te repite cada vez que cierras los ojos, que a veces incluso has descontextualizado, que ya ni sabes que significa. Porque todos tenemos imágenes en las que indagar. Y siempre hay un parpadeo mágico, que como una fotografía, la fija en nuestra memoria...

Un saludo.

4 comentarios:

39escalones dijo...

No hay que fiarse de la memoria. El cerebro cubre las lagunas inventando recuerdos que son más afines a nuestros deseos que a la realidad. Como cualquier otro órgano corporal, el cerebro busca nuestra supervivencia, aunque sea emocional. No fiarse.
Un abrazo

Manuel Márquez dijo...

Magnífica reflexión, compa Hatt. E inquietante: desasosiega un poco ese planteamiento que haces de las imágenes recurrentes y descontextualizadas; a mí, al menos, me asusta un poquillo. ¿Es asomarse al borde de algunos desequilibrios? ¿O no?

Un abrazo.

Josep dijo...

Las imágenes en nuestro cerebro, los recuerdos en nuestro ánimo, son como la punta de un iceberg que marca una vivencia, vivida o deseada vivir; su interpretación nos parecerá oscura o diáfana, según nuestro estado de ánimo al verlas renacer, pero siempre serán propias de cada cual, únicas e intransferibles.

Saludos.

Hatt dijo...

39 escalones, buena apreciación. Además, hay que tener en cuenta que una situación recordada es, no un hecho objetivo, sino una suma de sensaciones. Y nuestros sentidos son imperfectos...
También es verdad, que junto a las lagunas voluntarias o involuntarias, están los recuerdos, casi perpetuos, a veces de cosas triviales, y que tienen significados no siempre conocidos.

Manuel, a veces es mirar al espejo y que éste nos devuelva la mirada. Asomarse al otro lado, con el riesgo de ya no poder quitar la vista de allí. Se acerca al horror de Kurtz (otra de los referentes a los que vuelvo).

Josep, totalmente de acuerdo, excepto si como a un replicante, te implantan los recuerdos o, incluso, tú mismo asumes como propios instantes que nunca fueron tuyos.

Un saludo y gracias a los tres.