Tras una semanica ausente por motivos labores, y totalmente asilvestrado por el entorno natural en el que me he visto situado, he decidido aplicarme un tratamiento de choque extremo. Es por ello que haya acabado por ver una película que tenía pendiente desde hace tiempo y a la que le tenía muchas ganas (y que además me resulto imposible verla en el cine porque en una ciudad como Zgz, o Zeta que diría Manuel Vilas, únicamente la estrenaron en la Filmoteca, por lo que estuvo un par de días en "cartel").

Como comentamos en alguna ocasión, para ver una película de Lynch, salvo excepciones, hay que tener el momento adecuado. Esta circunstancia, que se aplica a otros películas o, incluso, a géneros (ver una de terror a las 12:00 a.m. con el sol entrando por la ventana suele hacer que se pierdan puntos), es otra de las causantes de que haya tardado un cierto tiempo en verla. Pero como decía hay que elegir el momento, especialmente en este caso porque son 3 horas de película y porque no se caracteriza, precisamente, por su ligereza.
Nada más empezar queda patente que no va a ser una camino sencillo. Lynch lanza un órdago, pone cara de póker y canta las 40. Y ahí el espectador tiene que elegir entre dejarse llevar por las imágenes, los sonidos, las luces y las sensaciones o, por el contrario, se trata de aferrar desesperadamente a la línea argumental. Es una apuesta radical de Lynch, un doble o nada en la que retoma elementos apuntados en Carretera Perdida y en Mulholland Drive y los extrema. Es por ello que la segunda opción resulta un suicidio. Para apreciar esta película tienes que deshacerte de los prejuicios, de los atavismos, y dejarte llevar por la marea visual y sonora que plantea Lynch.
Entrar a analizar o comentar el argumento resta puntos al carné de cordura que cada cual tenemos, nos desliza hacia el filo de nuestra navaja de afeitar (como el caracol de Kurtz), hace que nos asomemos a profundidades que, quizás sería mejor no contemplar. Yo al menos no me atrevo, mi osadía no es tal, pero para aquel que tenga una mente poderosa y sana puede en la propia página de Lynch, dentro de la sección Inland Empire, revisar el foro en el que se discute sobre sus posibles significados.
¿Y qué tal está la película?. Pues personalmente, y teniendo en cuenta que Lynch me "pone" bastante, me ha gustado, aunque quizás sin llegar al nivel de Carretera Perdida. De cualquier manera quien se atreva o quiera enfrentarse a ella, no se encontrará una película fácil. Lo que sí encontrará será una magnífica actuación de Laura Dern (aunque a mi nunca me ha convencido como actriz) y de un buen reparto (Jeremy Irons, Justin Theroux, Julia Ormond, Harry Dean Stanton, además de varios actores polacos). Encontrará una realización peculiar, asfixiante, con unos primeros planos que llenan la pantalla de una forma obsesiva, imágenes recargadas, picados, contrapicados y pequeños reencuadres de efecto perturbador. Encontrará obsesiones, proyecciones, flash-backs y flash-forwards, contemplados desde fuera por algún integrante de la acción. Putas, muertes (reales o simbólicas y, probablemente, freudianas), fragmentos y escenarios de una pseudo sit-com con extraños conejos antropomorfos (procedentes de una serie que hizo anteriormente), números musicales, un montaje a veces sincopado, situaciones surrealistas, tensión, sensaciones. David Lynch bucea en los sueños y en el subconsciente y nos lleva a mundos oníricos, que se tiñen progresivamente con la oscuridad de las pesadillas. También una bella banda sonora con una canción de la gran Nina Simone en unos extraños y peculiares créditos finales o con una bella melodía de Crysta Bell y el propio Lynch que me recuerda tanto a la mítica "Song to the Siren" de Tim Buckley como a alguna de las canciones de Badalamenti para "Twin Peaks".
Y, casi como si de un monográfico involuntario se tratase, encontrará igualmente la memoria y los recuerdos, verdaderos o falsos. La mezcla entre ficción y realidad, confundiendo la sucesión de los acontecimientos. A la vez que nosotros intentamos jugar con ese rompecabezas cuyas piezas nos va dosificando o, en ocasiones, descolocando, Lynch, el propio personaje de Laura Dern no recuerda el verdadero orden de su pasado. De repente es el futuro, pero en ese futuro acaba contemplando el pasado...

En definitiva, onírica, mágica, inquietante y surrealista, en la que no queda claro del todo que es lo real y que no lo es. Con detalles que recuerdan tanto a las películas mencionadas antes, como incluso a Twin Peaks, con personajes extraños y cortinas de terciopelo rojo... Aunque eso sí, hay que estar preparado para participar en la experiencia.
Nos leemos.